Un hongo llamado Batrachochytrium dendrobatidis (abreviado como Bd), que está empujando a la extinción a un tercio de las 6.000 especies de anfibios. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo ha calificado como un agente cuya enfermedad “representa la peor infección entre vertebrados en términos de número de especies afectadas y su capacidad para exterminarlas”.
Desde los años noventa, el hongo está silenciando muchas zonas del mundo donde era común escuchar el canto de las ranas.
Cuando infecta a una rana, es casi una condena a muerte. Estos animales beben, respiran y adquieren sales vitales a través de su piel. El hongo la transforma en una coraza que asfixia al animal, hasta que muere de un infarto al corazón.
Claro que la infección no afecta a todas las especies –la rana toro americana y la rana africana de uñas lo portan, pero parecen inmunes– ni a todos los individuos de una población por igual. La cruda realidad es que ha llegado a todas partes por culpa nuestra, con la comercialización de las ranas como alimento, animales de laboratorio o mascotas. De acuerdo con el investigador Carlos Pérez Santos, anfibios como el Dendrobates auratus han desarrollado evolutivamente potentes alcaloides tóxicos en su piel para defenderse de estos hongos. Desgraciadamente, los cambios ambientales como la lluvia ácida y la contaminación de las aguas han alterado las condiciones por las que en ocasiones sus venenos no resultan tan efectivos contra estos mortíferos hongos.
